UNA MISMA INCLINACIÓN DE LA CABEZA (CUENTOS)
Las
formas de la narrativa en los cuentos de Ricardo Llinás
La instrumentación del escritor, como la del pintor o
la del médico, no conduce a la formalización del mismo […] Como el médico que
termina de ganadero, el proceso de instrumentación no sirve más que para quemar
una etapa de verificación: que de resultar positiva le habrá ahorrado al nuevo
escritor unos cuantos lustros de errabundaje literario.
Isaías Peña Gutiérrez.
El taller y la libertad
de creación. 1991.
Por
Freddy Mizger
Filósofo
de la universidad del Atlántico
Barranquilla,
Colombia.
En un prólogo que escribió
Borges el 30 de octubre de 1936 sobre las obras de Adelina Virginia Stephen (es
decir, Virginia Woolf), en el primer párrafo se lee lo siguiente: “[…] lo
indiscutible es que se trata de una de las inteligencias e imaginaciones más
delicadas que ahora ensayan felices experimentos con la novela inglesa.” Lo que
me interesa de lo anterior es resaltar la expresión “felices experimentos”, que
hace referencia ─contextualizando─, a que hoy por hoy los escritores y los que
se están formando en talleres, están llevando a cabo experimentos literarios
con más comodidad, y que con una prosa más fresca logran, con el apoyo incluso
de la academia, llegar a un público más amplio y diverso con cierta solvencia. Lo
anterior es lo que veo en la narrativa de Ricardo Llinás (el manejo del
artilugio de técnicas y estructuras), tanto en la novela corta como ahora con
sus relatos, con su libro de cuentos titulado: Una misma inclinación de la cabeza, que ganó el Portafolio de
Estímulos de Barranquilla 2018, y que lo ha ganado en otros años con otras
producciones literarias. Sin embargo, no quiero quedarme solamente en un nivel
técnico y estructural, sino dilucidar, no todos, pero sí algunos enfoques temáticos
de los relatos del novel escritor barranquillero. Para ello, por efectos
didácticos, me he tomado la tarea de clasificar sus cuentos en: primero, en los
que predomina más el diálogo que la intervención de un narrador omnisciente y
otros donde están más o menos equilibrados. Y segundo, en los que predomina el
narrador en primera persona y los diálogos están dentro de los párrafos sin
guiones.
Del primero, los cuentos Este lado arriba y Muchachos fumando en una manzana, hacen parte donde predomina más
el diálogo que la intervención de un narrador omnisciente, y Camino hacia la nada brillante y La mirada de los peces, los del
equilibrio entre diálogos y descripciones narrativas. Quienes hayan leído el
cuento Los asesinos de Ernst
Hemingway, podrán seguir disfrutando la precisión de los diálogos con pocas
acotaciones y jugar al juego de deducir, con pistas por parte del autor, en un
momento de los relatos, de quiénes están hablando sin que se lo digan. En los
dos primeros cuentos de mi falible clasificación, se asoman bromas literarias y
expresiones vulgares que el lector juzgará su esteticidad. En ambos, a través
del contrapunto de los diálogos, se vislumbra un coqueteo y final insinuante,
abierto. Son cuentos de sensaciones, tanto en el desarrollo como en su
desenlace. En uno, en Este lado arriba, por
ejemplo, se trata de unos jóvenes disfrutando de la amistad y sus inquietudes
alrededor del vino, y en Muchachos
fumando en una manzana, título que parece surrealista, dejo al lector
descubrir sus semejanzas y diferencias y la justificación del título, pero sí
puedo asegurarles que se enfrentarán a una riqueza de técnicas, como las de
recrear la simultaneidad de eventos al final de la narración. Con referente a
las bromas literarias mencionadas, hay una escena de Este lado arriba, en la que uno de los adolescentes opina que para
escribir literatura sólo basta con juntar palabras y saber unos trucos y ya, y
que en especial para los títulos sólo se trata de agregar la frase “y otros
cuentos” a cualquier palabra o expresión. El caso es que termina retando a uno
de sus compañeros a que le diga cualquier palabra o frase que se le ocurra o
vea por ahí y el susodicho le dice: “Registro sanitario 525”, es una escena
para disfrutar con risas entre amigos imaginados o en vivo y que sigue así:
“─Registro sanitario 525 y otros cuentos. Y así funciona para todo.
Inodoro y otros cuentos; Mendigo y otros cuentos; La esquiva Lía Ramírez y
otros cuentos (Lía rio); Zapatos talla 41 y otros cuentos; Sandalias y otros
cuentos […]”
Siguen otros ejemplos que
omito.
Aparte de lo anterior, se encuentran
esos detalles leves (en los detalles está el diablo), como el de enfatizar las
varillas que sobresalen en las columnas de un muelle o malecón en alguna escena
de Muchachos fumando en una manzana.
De los cuentos equilibrados
por el diálogo y la narración, Camino
hacia la nada brillante y La mirada
de los peces, asistimos a otros detalles, como el de una mariposa que,
ubicada en el capó de un carro, se espanta y emprende su vuelo por la
percepción del sonido del motor que empieza a arrancar. Esto lo encontramos en Camino hacia nada brillante, relato que
recrea las últimas horas del escritor francés Albert Camus, dando pie para una
sana discusión entre el hecho noticioso y real y la ficción literaria y el gran
tema de la verosimilitud. En una misma maleta de viaje al comienzo y al final
del cuento, se logra intuir una estructura de cierre, como los marcos de un
cuadro. La muerte que aparece a través de la temática de un seguro de vida
mientras se va manejando, viajando y hablando, generan una tensión irónica y
casi macabra para los que conocen la tragedia de lo que pasó. La justificación
del título la dejo nuevamente para el futuro lector. Los personajes que
acompañan al escritor francés, uno los siente como una polifonía bien
distribuida en momentos precisos y calculados. Con referente a La mirada de los peces, hay que hacer
unas acotaciones. A pesar de que hay diálogos y lacónicas narraciones
descriptivas, se le agrega algo técnico y estructural: los saltos en el tiempo
y en el espacio. Estos cambios se llevan a cabo con suaves puentes semánticos,
tejido por expresiones que pueden confundir a un lector distraído, a un lector
que puede llegar a creer que dichas expresiones pertenecen al espacio y tiempo de
la historia que se viene contando linealmente, y que lo puede seguir enredando
cuando ese puente sigue oscilando entre dos historias más seguidamente, que tal
vez se llegue a cuestionar si lo que se está leyendo pertenece a la historia
del médico que está operando a un capitán, o a la historia del subteniente que
está vituperando a un soldado.
Hasta aquí, la primera
clasificación. En la segunda, en los que predomina el narrador en primera
persona (del singular y del plural) y los diálogos que están dentro de los
párrafos sin guiones, hacen parte: La
casa a oscuras, Casete, Una mente Nietzsche, y Una misma inclinación de la cabeza. En La casa a oscuras, sólo al comienzo se pone en funcionamiento
parlamentos y acotaciones, el resto, la voz del personaje en la primera persona
del plural, sigue su viaje en la oscuridad de la casa, donde casa y oscuridad
son una misma sustancia personalizada que invita a especulaciones metafísicas
como estas: “[…] lo cierto es que desde que la casa está a oscuras ya no existe
el movimiento, todo es quietud, una mancha en el universo, una nada. Esto se
percibe cuando estamos callados y no hay viento. Entonces hablamos entre
nosotros pero ya no somos nosotros; sólo somos unas voces de la casa: uno de
nosotros habla y es como si la que hablara fuera la casa. Así que se tiene la
sensación de que así debió ser el universo cuando no existían los astros, por
esos tiempos antes de la creación, por esos tiempos antes del tiempo.” Casa
tomada de Julio Cortázar, Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, La
casa de Asterión de Jorge Luis Borges y la ceguera por la carnosidad
avanzada de Úrsula en Cien años de soledad, simpatizan con este relato.
El resto de los cuentos son más bien de temáticas y cogitaciones de los
narradores alrededor de: la locura del nazismo en algún lugar de Barranquilla;
el asombro por las dádivas del azar o el destino (en el sentir filosófico estos
conceptos son sinónimos) manifestados en un libro, una carta y una fotografía;
y los recovecos de un narrador ex combatiente de la guerra de las Malvinas que,
como dice la solapa del libro, se pierde en sus propios recuerdos.
No siendo más, sólo me resta
decirte, futuro lector, que la clave de la portada de esta colección de
cuentos, reside en dos relatos o, mejor dicho, en dos momentos de dos relatos
del libro, es decir que la portada es una síntesis de dos estados “emocionales”
del libro.

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