CLOSE-UP DE KIAROSTAMI: EL CINE COMO SALVACIÓN
Close-Up
de Kiarostami: cuando el cine y la realidad se abrazan sin demarcaciones
Dedicado a Jose Luis Tovar, un ex estudiante de
secundaria, a quien debo mi descubrimiento sobre Kiarostami. Ahora soy su
alumno.
−Entonces, ¿por
qué fingió ser un director en vez de un actor?
−Interpretar
a un director de por sí, es una actuación. Para mí eso es actuar.
Close-Up. Película.
Filósofo
de la Universidad del Atlántico
Barranquilla,
Colombia
Pueden
llenarse centenares de páginas acumulando episodios parecidos, y por eso no es
de extrañar que el arte en general se alimente de la realidad con sus miles y
millones de escenas que ocurren simultáneamente en nuestro planeta, gracias a
la intervención del mundo humano. Desde este asombroso ángulo, el film Close-Up
(1990), del iraní Abbas Kiarostami, no escapa a estas perplejas
correspondencias de eso que llamamos realidad, incluyendo la social.
La
película narra la historia real de Sabzian, un joven adulto y pobre que, de
tanto ver cine desde niño, termina haciéndose pasar por su director favorito
(Mohsen Makhmalbaf) ante una familia de buena posición económica, convenciéndolos
de filmar su última película en la propia casa de ellos, y donde ellos mismos
actuarían y financiarían el largometraje. Al final nuestro héroe es descubierto
y termina compareciendo ante un juez por fraude. En la vida real, por azar,
mientras Kiarostami filmaba una película, este lee la asombrosa noticia y se
lanza, interrumpiendo lo que venía haciendo, hacia una nueva aventura llamada Close-Up,
donde todos, absolutamente todos los actores, son las mismas personas que
hicieron parte de la historia.
El
film empieza con un periodista acompañado por dos policías dentro de un taxi
con viaje a la casa de la familia Ahanjah, el núcleo familiar engañado (aunque
eso yo no lo sabía al comienzo). Esta primera escena está cargada de diálogos
fútiles, chistosos y cotidianos, como los de Tarantino en algunas de sus obras
maestras (en El viento nos llevará, Kiarostami también inaugura la
entrada de la película con esos diálogos llenos de frescura, también dentro de
un carro, pero sin exhibir los rostros de quienes hablan, y enfocando la escena
desde un plano general, mientras el vehículo se mueve en medio de un paisaje
árido y desértico, levantando un polvo color amarillo-marrón). Una vez que
llegan y entran a la casa familiar, al final de esa escena sólo se nos muestra
que traen de vuelta a Sabzian (pues no se nos presenta lo que sucede al
interior de la casa, ni el rostro mismo del noble y genio estafador se ve con
claridad, a pesar de que lo llevan esposado), y el periodista debe quedarse
para ir de casa en casa en busca de una grabadora, mientras se llevan a Sabzian
a una comisaría. Esta escena es algo extraña, pero sólo con el tiempo adquiere
sentido, encajando dentro de un rompecabezas con otra escena obviamente
complementaria. Lo que se viene después son unos cambios no sólo en el espacio
y en el tiempo, sino con nuevos personajes-personas, pues aparece la voz, sólo
la voz de Kiarostami, interrogando a unos policías, en otra a la familia
afectada, en otra al juez que oficiará el juicio y una más en el juicio mismo; cuando visita a Sabzian en la cárcel, y la cámara acercándose
como un ojo que curiosea, no solamente se registra el aumento de la espalda de nuestro
director, sino el rostro de nuestro héroe, mientras este alaba las obras fílmicas
de Kiarostami.
Una
vez que se establecen para Sabzian las bases inusuales para su juicio −una
cámara para filmar su rostro y registrar todo lo que quiera decir, y otra para
el juez−, el film entra en un juego de oscilaciones entre lo que pasa en el
juicio y lo que acontece en la familia Ahanjah mientras estos ya están dando
muestras de la estafa. Ambas escenas avanzan, in crescendo, hacia un clímax que
nos embarga, afecta y engloba a todos como espectadores, debido a los datos que
enriquecen asimismo la historia, uniendo cabos sueltos.
En esa
dinámica intercalación entre las dos escenas, Kiarostami, en el juicio ─en el
juicio real, cabe decir y aclarar, y más cuando el director convenció al juez
para que se pudiera adelantar la audiencia y coincidiera con los limitados días
del rodaje─, nuevamente sólo con su voz, interroga a Sabzian sobre asuntos
cruciales que giran alrededor de su decisión en elegir ser Makhmalbaf, su
director favorito. Esto le da pie al acusado para expresar disquisiciones sobre
cine, dirección, actuación y la vida misma, como esta respuesta que da cuando
Kiarostami le pregunta que si no está actuando para la cámara en ese mismo
momento: “Estoy hablando de mi sufrimiento. No estoy actuando. Estoy hablando
desde mi corazón. No es una actuación. Para mí el arte es la experiencia de lo
que has sentido dentro tuyo.” O esa otra que aparece como epígrafe del presente
texto.
La
familia Ahanjah, el periodista, Kiarostami y la madre de Sabzian, forman un
coro bien orquestado en la sala de audiencia, ni una palabra ni ningún enfoque
de la cámara sobra o falta, y lo mismo pasa en el desarrollo que se da dentro
de la casa de la familia Ahanjah, para converger después, ambas situaciones, entre
lo divino y lo humano.
El
recorrido de la película atraviesa la escena por la cual se empezó, para seguir
el camino que conduce a un final donde se fusionan los dos “directores”, el
falso y el verdadero, en un solo sentir, en una sola imagen en movimiento, con
una cámara que registra con interrupciones de sonido en medio de la calle, el
encuentro apoteósico entre arte, vida y humanidad, pero que también es la
búsqueda y el encuentro de una conmovedora redención cuya fuente es el cine.
Kiarostami,
trabajando con actores no profesionales y partiendo de la realidad, logra un
juego de correspondencias entre la vida y el arte, entre Sabzian y la familia
Ahanjah, ambos amantes del séptimo arte y de un mismo director: “Sabzian, el
fanático del cine y la familia Ahanjah, admiradores de Mohsen Makhmalbaf,
finalmente cumplen sus expectativas, que habían resultado mutuamente
frustradas, y devienen protagonistas de un film, una película
sobre un momento de sus vidas, haciendo de ellos mismos. Con lo cual en
realidad son, a su vez, vampirizados por Kiarostami.” (2) Estos juegos y
correspondencias de espejos recuerdan a ciertos pasajes de algunas obras, que
Emir Rodríguez Monegal, para aclarar que Borges también heredó esos juegos en
su literatura, resume muy bien, como sigue: “[…] en la llíada,
Helena borda un doble manto de púrpura cuyo tema es el mismo del poema: el
combate de troyanos y aqueos por la posesión de Helena (canto III). En la Eneida (libro
I) el héroe troyano contempla en Cartago unas pinturas en las que se muestra la
destrucción de Troya, de la que acaba de escapar, y se reconoce mezclado
entre los príncipes aqueos. En el Quijote: en la segunda parte los
protagonistas han leído el Quijote de 1605. También en Hamlet: los
cómicos representan ante la corte una tragedia que tiene gran semejanza con la de Hamlet”
(3). Lo anterior trae como consecuencia, el rompimiento de los límites entre
ficción y realidad, lo suficiente como para catalogar la obra maestra de
Kiarostami, como una docuficción, donde un hecho real es “interpretado por las
misma personas involucradas” (4), dirigido por un director que también se
introduce en su propia esfera para luego verse actuando, como si todo se
tratara de un solo mundo.
Aparte
de algunos diálogos que reflejan situaciones socio-económicas de un país, una
última cosa quisiera comentar. Cuando empecé a ver la película, estuve a punto
de aplazarla hasta que vi esa bella escena en que el taxista, mientras esperaba
al periodista y a los policías, por pura diversión de niño, patea un aerosol y
la cámara comienza “a seguir con asombro”, su rodar calle abajo hasta detenerse
gracias a un andén (escena que hace recordar la famosa danza de la bolsa en Belleza
americana). Recuerdo que me dije: “Si la cámara es capaz de captar la
belleza de ese detalle ya en el comienzo de la película, me imagino lo que
podrá hacer en el transcurso de la historia”. Y no me equivoqué, porque “El
énfasis en los pequeños gestos, en los detalles mínimos” (5) en toda la
película, ayudaron a vislumbrar, muy de cerca, en primer plano (que en inglés
se escribe Close-up, técnica utilizada en los medios audiovisuales,
fotográficos, y hasta en las tiras cómicas), el carácter noble y angélico de
Sabzian, que pareciera que a uno sólo se le permitiese observarlo como si de un
niño se tratara.
2. https://misteriosoobjetoalmediodia.wordpress.com/2008/02/13/close-up-abbas-kiarostami-1990/
3. http://letras-uruguay.espaciolatino.com/ermonegal/jorge_luis_borges_y_la_literatura_fantastica.htm
4. Op. Cit., link (2)
5. Ibid.


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