UN TRANCE LITERARIO

Un uruguayo hecho de sueños

 

Por Freddy Mizger

Filósofo de la Universidad del Atlántico

Barranquilla, Colombia

 

Descreyó que la ficción literaria se dividiera en realista y fantástica, que esos límites no existen y en vida lo vivió así. En su narrativa hay una preocupación por las sensaciones, las imágenes y la memoria, no por los argumentos y las ideas. Desayunaba a la una de la tarde porque se acostaba a las seis de la mañana escribiendo, muy atento a los susurros y mensajes del inconsciente. Veía la literatura como un trance, la escritura como una búsqueda de un mundo sin juicios, pletórico de imágenes oníricas. En la narrativa de Mario Levrero (1940 - 2004) todo parece un sueño, una eterna memoria de la infancia. Vivió con la literatura y para la literatura. Sus dos hijos y conocidos, si no apartaban una cita con anticipación, por más que timbraran o tocaran en la puerta de su casa, no se levantaba para atender. Parecía vivir como si no le preocupara que se preocupaban por él.

Mario fue su segundo nombre y Levrero su segundo apellido, los tomó o los retomó para sí ante el arte, porque con su primera novela se sintió un hombre nuevo por el trance. Le gustaba estar en casa en chanclas y ropa holgada. Quiso con fervor los libros viejos y amarillentos, de segunda, en especial los policiales. El día de su muerte, su hijo se puso a hojear una revista científica que su padre le había recomendado leer semanas anteriores. Le había aconsejado irse a las páginas donde se escribe sobre los cuásares, y encontró un dinero lo suficiente como para solventar los gastos de su entierro.

Debido a su leve surrealismo, su obra es inclasificable, aunque Ángel Rama le inventó una clasificación junto a Felisberto Hernández y otros escritores: "Los raros". Hay una voz única que atraviesa diferentes estilos cuando leo sus narraciones, y me convence que entre la realidad y la fantasía no hay un bosque que los separe, porque los recuerdos y el asombro que suscitan sus obras, me hacen sentir como si estuviera en un solo fluir dentro de una mente inmensa y ondulada.

Mario Levrero soñó su último suspiro a los sesenta y cuatro años al morir de un infarto.



  

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