NEMO, SÁLVANOS DE LAS REDES

 


#SálvanosNemo

 

Por Freddy Mizger

Filósofo de la Universidad del Atlántico

Barranquilla, Colombia

 

En El universo de la creación narrativa del maestro Isaías Peña Gutiérrez, hay unas páginas dedicadas a la naturaleza de la creación de los títulos en las obras literarias, donde se nos dice: primero, que en un comienzo los títulos eran evidentes y directos, sintetizando el contenido de la obra (por ejemplo, Don Quijote de la Mancha). Segundo, simbólico, develándose al final o en alguna parte de la lectura (como en Otra vuelta de tuerca). Tercero, críptico con el advenimiento de las vanguardias (Trilce, de César Vallejo). Cuarto; extraídos, a finales del siglo XX, de versos poéticos y de canciones y de refranes y frases coloquiales (Margarita, está linda la mar, para colocar sólo un modelo). Quinto, experimentando el tema de la obra (Los años de madurez). Sexto, resaltando el nombre del personaje principal como en María de Jorge Isaac. Séptimo, representando la composición de la obra, como Rayuela. Octavo, el o un acontecimiento de la obra (En noviembre llega el arzobispo). Entonces, ¿dónde ubicamos a “#atrapadaenlared”, la última novela del escritor antioqueño Albeiro Echavarría? Es una pregunta que nos invita no solamente a actualizar mentalmente el libro citado de Isaías Peña, sino a pensar de cómo los contextos de cada época influyen y pujan a una constante recreación en los ámbitos estéticos de la literatura y en el arte en general. Por la portada sabemos que se trata de una novela que se sumerge en las actuales redes sociales, pues en medio de la oscuridad de la noche, un celular encendido en manos de una mujer acostada en su cama, delata unos dedos y un rostro concentrado en una pantalla que brilla con luz blanca, la misma concentración absorta que debemos suponer cuando alguien nos ve en las mismas con un celular sentados en la silla de un bus, en una sala de espera o en las famosas reuniones familiares. Aparte de que viola la gramática por sus palabras juntas (aunque en la edad media la escritura era así), no deja de ser anodino preguntarnos cómo se lee el título, sé que comúnmente sería “atrapada en la red”, sí, con “a” minúscula al comienzo, aunque pueden colocar la imaginaria “A” mayúscula, como de hecho aparece en la página legal, pero, ¿por qué no leer “numeral atrapada en la red” o “hashtag numeral atrapada en la red”? Vuelvo y repito, parece una cosa de poca monta, sin embargo, sería una injusticia callar una inquietud natural dentro de las redes lingüísticas.

En La cruzada de los niños del francés Marcel Schowob, la historia se arma a través de ocho monólogos independientes. En Mientras yo agonizo de William Faulkner, por medio del fluir de la consciencia de quince personajes. En La hojarasca, de nuestro Gabo querido, a través de tres personajes. En #atrapadaenlared, sólo dos, bajo la voz de Nemo y Laura, nombres que aparecen intercalados en la parte superior derecha al comienzo de cada una de las 17 secciones de la novela, que empieza y termina con Nemo. Pero no interpretemos este “sólo dos” como si fuera una simpleza, algo más sencillo, ni más faltaba, precisamente ahí está uno de los logros de Albeiro; el haber tejido entre dos voces, un cableado de acontecimientos que terminan convergiendo en un solo encuentro. Por un lado, está Nemo, quien es un agente de la UIT, Unidad de Investigaciones Tecnológicas de la Policía, en medio de las redes cibernéticas para detectar casos de pederastas, vendedores de drogas, traficantes de armas, terroristas y trata de blancas, aunque la investigación en primera medida gira alrededor de la pederastia de la mano de otro caso que tiene que ver con un juego aparentemente inofensivo, pero con una finalidad macabra.

Con Nemo está su amigo de investigación detectivesca; Protón, su jefe; Lukas3, Alain2; de la Europol, pero también se asoman la Interpol y la Dijin para intercambiar información. En toda la trama histórica sus nombres nunca son revelados, debo suponer que por efectos estéticos y técnicos para con el ambiente de la obra: la tecnología informática y sus redes sociales. También está el motivo de Nemo de por qué decidió trabajar en ese mundo de espionaje en las redes; su hermana Inés, víctima de engaños ciberespaciales. Del otro lado, el de Laura, están los padres de esta, algunos de los quince grupos de redes sociales que tiene, sus amigas de colegio (sus befas, que en su lista de agregados se llaman: Bruja, Naty Bebita, Lina Arango, Mi China, Tati Sandoval, H. Corral, Danna Pérez, y… Condesa, llamada Diana) y su amor platónico Daniel. Ah, y su gata Dulcinea que desfila por toda su casa. No está de más decir que el peor insulto que puede surgir en las conversaciones de Laura con sus amigas y conocidas en las redes, es el de dejar en visto a alguien por WhatsApp.

Las secciones donde la voz de Laura se impone están mezcladas con diálogos entre amigas, intervenidas por conversaciones y estados en WhatsApp con sus respectivos emoticones y expresiones propias de la pubertad y la adolescencia (Lauris, depre, bebé, I´m sorry, siiiiiii, nop, sipi, estás lok, pq?, to2, te amooooo, me mueroooo, loviu veivi, en fin), al igual que las reproducciones de estados en Facebook, direcciones electrónicas y demás. Por lo anterior se deduce que las palabras y expresiones más comunes en toda la novela sean, aparte de las comentadas: deep web, dark web, navegadores, e-mail, newbie, hacker, Instagram, Snapchat, Spotify, Youtube, etc. ¿Cómo hacer que todas estas palabras de nuestra época de realidad digital cobren un puesto en el mundo literario y con estética? Y, sin embargo, Albeiro Echavarría lo logra, por lo menos en el ámbito de la narrativa, ¿cómo será en el de la poesía?; tamaña tarea que pocas veces he visto con efectividad.

Pero no todo es distracción en las redes, pues la muerte y el sufrimiento hacen clic en esta obra casi desde el comienzo, pues la tragedia de Beto, un niño de trece años, es la historia de un niño secuestrado, abusado y asesinado por un pederasta, caso que se menciona en la primera parte, que es lo que inicialmente están investigando. Y el segundo caso, el de Inés, la hermana de Nemo, que como decíamos, fue una víctima de estos enfermos de las redes digitales. “Al descubrir todo aquello me tendí sobre la cama como si un rayo me hubiera desplomado. Me parecía increíble que mi hermana no se hubiese dado cuenta del peligro que estaba corriendo al citarse con un desconocido”, se dice Nemo a sí mismo en su segunda intervención en la novela, aunque ya vislumbrado en la primera parte, solo le resta al lector descubrir qué le pasó y la angustia que dejó en sus familiares.

Preocupados por estas investigaciones, las cosas se intensifican más, cuando Laura, por influencia de Condesa, comienza a jugar un juego primeramente divertido, pero que después ya no lo es. Dicho juego está siendo investigado en las redes por Nemo y su equipo, mientras Laura avanza en niveles. Si no fuera por las reflexiones sobre la realidad virtual expuestas por el autor a través de sus personajes y las ingenuas y chistosas chateadas de las colegialas en estos primeros momentos de la historia y otros aspectos más, tal vez les tocaría soportar con más agonía hasta el final la lectura. Demos ahora un doble clic a algunas de estas reflexiones: “Dicen que mientras ellos arriesgan su vida en las calles, lidiando con toda clase de malandrines, yo estoy en una oficina mirando porno en internet. Que lo mío no es investigación ni es nada. Que no hay nada de heroísmo en pasarse la vida jugando al espía en las redes. Me matonean todo el tiempo. A veces me hacen dudar de mi trabajo.” Lo anterior lo comenta Protón hablando con Nemo, es un diálogo que evidencia problemáticas de perspectivas y los cambios que puede sufrir el concepto de investigación policial. Y así hay varios en los recorridos del libro, como la crítica que hace Nemo a la dependencia de los nativos digitales a las idioteces del mundo virtual sin aprovechar el mar de conocimientos ilustrados que ofrece; o la que hace Protón al concepto de amistad construido en las redes; o ese otro tema que surge entre dos conceptos: transgresión y adolescencia en las redes; o el de la página 120 que hace pensar en Vigilar y castigar de Michael Foucault (You y Mr Robot son dos series recomendadas que pueden unir puentes con esta novela, pues nos hace pensar que ya no se requiere de un Dios omnisciente para conocer las sensaciones y pensamientos centrales de una persona en especial, basta con hackear sus dispositivos).

Los últimos capítulos son de una intensa angustia, pues no se ha terminado de “escuchar” la voz de Nemo en persecución de los criminales y abusadores en las redes uniendo pesquisas y cabos sueltos, cuando ya se está en la siguiente parte “escuchando” la voz de Laura avanzando con una agonía vertiginosa en los últimos niveles del mencionado juego, sin dejar nosotros de pensar que Nemo puede convertirse en el héroe deseado, tanto para la Laura como para el lector que debe salvarla y salvarnos y así se mantiene la tensión, como si de una carrera de fórmula uno se tratara entre capítulo y capítulo.

Imaginemos una cámara enfocando de frente a una persona en primer plano con un rostro serio y sentado elegantemente, de smoking si lo prefieren, y que de su boca salga esta primera pregunta: ¿podrá Nemo llegar a tiempo para que Laura no cometa una locura? Imaginemos ahora que el rostro gire suavemente hacia el enfoque de una segunda cámara y se siga preguntando: aparte de Laura, ¿habrá otra víctima de estos asesinos en las redes? Y, por último, que el dueño del rostro serio se levanta mirando fijamente a la cámara y avanzando con cautela: ¿será posible que Nemo y su equipo de trabajo atrapen con las nuevas pistas y datos a los malhechores de su hermana Inés? ¿lograremos sobrevivir junto a Laura, Inés y demás cibernautas hipnotizados atrapados en la red? No te pierdas las aventuras y el final de esta apasionante…

La novela llega a un punto en que logra parecerse a la vida, pues la angustia se mezcla con la esperanza. Personalmente al terminarla salí con un miedo al escenario de ser padre y al mundo en sí mismo, que he llegado a pensar que es más inmenso que el que he sentido con el asombro y la timidez de la infancia, nada más por el hecho de saber que en este mundo está ese otro universo artificial de las redes digitales, no solamente ofreciendo una enciclopedia infinita e ilustrada, sino porque allí pueden estar los pervertidos disfrazados de ovejas, remplazando la selva de cemento por una virtual. 

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