MIENTRAS NO CONOZCAMOS LA MUERTE, SEREMOS INMORTALES
LA NOVIA DE MI HERMANO, UNA NOVELA TIERNAMENTE EXISTENCIAL
Filósofo de la
Universidad del Atlántico
Barranquilla, Colombia
Cuando a Juan Rulfo le
preguntaron cuáles eran los temas esenciales en su producción literaria,
respondió con su forma lenta y parca al hablar, que se resumían en los tres
grandes asuntos de la literatura y de la humanidad: la vida, el amor y la
muerte. En la novela juvenil La novia de mi hermano[1],
del escritor huilense Gerardo Meneses, se agregan dos temas más: la amistad y
la literatura misma. Sin embargo, ya en el prólogo, el autor nos da a entender cuando
alude a la muerte, que todas estas temáticas se reducen a la vida porque las
contiene, recoge y anuda como acontecimientos ligados a ella (la novela no sólo
sería para jovencitos, sino también para los adultos, ya que dicha etapa de la vida anida como círculos
concéntricos, los arquetipos de la adolescencia, la pubertad y la infancia).
La novela relata la historia de dos hermanos: Alejandro, de 13 años, y su hermano, quien narra los acontecimientos sin nunca decir su nombre y con un año más de edad. Las travesuras del colegio y en el hogar, las lecturas con la amiguita que uno deseó tener como novia en la lejana infancia, los regaños y ternura de los padres y docentes, las peleas entre hermanos y la inevitable y universal reconciliación, hacen de esta novela un libro sensiblemente humano sin ser patético y amarillista con los sentimientos; pero hay una historia en especial: la amistad de Alejandro y Pablo contada por el hermano de aquel. Toda esta historia Gerardo Meneses la arma con diálogos y descripciones sencillas y hermosísimas que van del presente al pasado (más en el presente), simétrica y estéticamente bien repartidas y sincronizadas que fluyen por su oralidad. Con una espontánea sociabilidad y fresca y genuina travesura a lo Tom Sawyer, Alejandro, en su primer día de clases de octavo grado, simpatiza con Pablo sin importarle que este sea de un pie y un brazo más corto que el otro y sorprendiéndose aún más cuando se entera que es nadador paralímpico. Todo esto transcurre de forma paralela mientras su hermano padece una timidez por no poder decirle a su amiga Juliana que le gusta.
Una cita y visita de
Pablo al hospital preocupan a los familiares de este, y, por supuesto, también
a Alejandro. En varios y pocos momentos se evidencia de forma sutil el avance
de una enfermedad, ya sea en el silencio y en los ojos tristes de la madre de
Pablo por haber llorado la víspera, percibidos por el hermano de Alejandro cuando
los visita, o en la alcahueteada del padre de los dos hermanos al no regañarlos
por incumplir una orden de repartir unos volantes por las calles, pues ya
olfateaba la posible ausencia del mejor amigo de su hijo Alejandro, y
no venía a bien un jalón de orejas.
En las novelas La
tregua y El túnel de Mario Benedetti y Ernesto Sabato, respectivamente, la justificación del título se da casi al final de la
obra, en La novia de mi hermano sucede justo en la mitad, en el capítulo
9 de los 18 que tiene y parte del 10 y el 13, pero el primer arranque y núcleo
se da en el 9 de lado y lado oscilando entre Alejandro y su hermano. Me
explico. La novia de mi hermano, ¿hace referencia al hermano de Alejandro
o al mismo Alejandro? Partiendo de que el narrador, como decíamos, está en
primera persona, uno puede deducir que el posesivo "mi" hace
referencia a quien narra, porque Alejandro es un pillín a quien le gustan dos pelaítas; la hermana de Pablo llamada
Isabel, y una vecinita llamada Mónica, esta un poquitín mayor que él, y llega un
momento en que lo obvio y la deducción del título no es tan obvia ni tan lógica
ni necesariamente inferencial, y que lo único que logramos deducir es una rica ambigüedad
para la estética literaria, pues también puede ser que el "mi"
posesivo recaiga sobre Alejandro, ya que su hermano no sabe cómo declarársele a
Juliana, su amiguita de colegio y de lecturas, tanto, que parece ser que Alejo
le hace creer a su hermano que se besó y anda de novio con Mónica sólo para que
se anime a besar a Juliana.
Gerardo Meneses Claros
es un maestro para distraernos y acercarnos sin saber a una escena triste. La
visita de los estudiantes a un ancianato, la cofradía de los chicos bañándose
en el río del pueblo con sus respectivas diversiones, el saludo del hermano de
Alejandro hacia Pablo como algo normal y cotidiano, y una conversación llena de
gracia entre los dos familiares, divierten y distraen al lector sin saber que
es un anuncio a la fatídica noticia: la muerte de Pablo, descrita y recreada en
una página aparte como un informe, como un recuento de lo acaecido, casi
desconectado de la divertida conversación previamente comentada (es curioso cómo
la ficción literaria se permite simular un presente siempre continuo con la
narración en primera persona sin recurrir a la tradicional historia recordada
desde una cierta edad). En el siguiente capítulo se combinan nuevas
conversaciones y bromas entre hermanos mientras juegan fútbol con un balón que
recién les había regalado un familiar, y con el cual rompen un retrato familiar
y una porcelana valiosa, pero sin que Alejandro sepa de la muerte de su amigo a
pesar de que pasó por el hotel lleno de policías donde Pablo practicaba
natación. Son los padres al llegar quienes se encargan de anunciarles la
terrible noticia (es aún más curioso que el narrador haya hecho el recuento de
la muerte de Pablo y después aparece con su hermano Alejo jugando fútbol, y al igual
que él, lo coja por sorpresa la nueva de que Pablo ha muerto, a no ser que esto
mismo sea una clave para decirnos muy sutilmente que la historia está siendo
recordada a través de la simulación de un presente siempre continuo, o que ese
apartado sea la voz intercalada de algún testigo ocasional).
Basta con saber lo que
es la muerte de un ser querido para entender y sentir lo que se viene: Alejandro
resignado y silenciosamente destrozado. Hasta ese momento, él había sido
inmortal porque no había conocido la muerte. Ahora vida y muerte se le mostraban
como dos acontecimientos hermanos, ligados.
En las obras mencionadas,
La tregua y El túnel, se denota un sinsabor existencial. En la primera, al final de la novela la vida sigue con un letargo cerca de la muerte en medio de una jubilación de un hombre dos veces viudo. En la segunda, un narrador cuenta la historia desde una cárcel por haber matado a puñaladas a la única mujer que lo comprendió, aunque el tema de fondo es la soledad oscura del alma. El siglo XX está plagado de obras existenciales con personajes
adultos, pero en La novia de mi hermano, el peso de la existencia y de
la muerte como reflexión, recaen sobre un chico de 13 años.
No sé hasta dónde el autor
es consciente de las consecuencias existenciales de su novela desde lecturas
filosóficas, pero con respecto a mí, era la primera vez que leía o por lo menos
sentí que leí una obra existencial para jovencitos, con la diferencia de que
ese ambiente existencial no se siente desde el comienzo (si seguimos pensando
en La tregua y El túnel, para no mencionar a Sartre, Camus,
Kundera y un largo etcétera de autores), sino desde que aparece la muerte.
Sin embargo, a pesar de, la vida sigue, y Alejandro sin intervenciones
moralistas de parte de su hermano como narrador, continúa con la fuerza de su
personalidad dicharachera, jugando baloncesto y haciéndole bromas a su hermano
con Juliana, después de haber visitado la tumba de Pablo en el cementerio, pero
con la madurez que le ofreció la muerte de su amigo para toda la vida. Si
Alejandro parecía el mayor por su viveza, siendo realmente el menor, ahora lo parecía aún más por las
reflexiones de la muerte. Como en la vida real, el tiempo sigue sin énfasis de
parte del narrador, y sólo dejo al lector imaginar cómo finalizan las agonías del hermano
de Alejandro en relación a Juliana como un homenaje indirecto a la vida. Esta
idea, la del homenaje, está en varias de sus obras incluyendo su última novela;
El último viaje de Bashir.
No he leído toda su
narrativa y no he mencionado cosas que el autor muy bien sabe y que incluso ha
dicho en entrevistas, como, por ejemplo, que la historia de Pablo fue real, que
el primer capítulo era y es un relato con final abierto que ganó el concurso
de cuento infantil Comfamiliar del Atlántico, en mi cercana Barranquilla por
allá en 2005 bajo el título de Un amigo para Alejandro, y que lo siguió
ampliando con tristeza y lágrimas: las mismas sensaciones que tuve leyéndola.
A veces, cuando camino a
solas, me imagino a Alejo con más años, cargado con el recuerdo de la muerte de Pablo mientras
mira a través de la ventanilla de un bus con viaje al trabajo o a la
universidad, o mientras camina de vuelta a su casa después de despedirse de su novia,
o mientras ve crecer a sus futuros hijos; pero no a cada instante, porque en
Alejandro la vida vibra con fuerza, optimismo y alegría.
Una última cosa
quisiera decir: La novia de mi hermano nos invita a preguntarnos qué otras
obras hay con este trato existencial para jovencitos, que, como filósofo, me
cautivó. Sé del reciente premio nacional de literatura infantil Comfamiliar
2019, Andrés Felipe Vargas, también laboyano (gentilicio de Pitalito Huila, de donde es igualmente Gerardo) y que lo ganó
prácticamente con la misma temática: la muerte en la infancia, con un cuento
titulado Mi abuela y el niño de la luna, pero mi inquietud literaria se
extiende al pasado siglo XX y sólo quiero que me la solvente un solo ser;
Gerardo Meneses Claros.
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