EL SER EN FILOSOFÍA

 

HACIA LAS SENDAS Y SENTIRES DEL DASEIN

 

Si no hubiera seres humanos, puede que hubiese algo, no lo sabemos, pues no nos podemos imaginar el mundo sin seres humanos.

 

Vicente Lozano. Heidegger y la cuestión del ser.

 

La idea fundamental de mi pensamiento es precisamente que el ser o la manifestación del ser necesita del ser humano y, viceversa, que el ser humano solo es ser humano si permanece en la manifestación del ser.

 

Martin Heidegger. Entrevistado por Richard Wisser. 1969.

 

 

Por Freddy Mizger

Filósofo de la universidad del Atlántico

Barranquilla, Colombia.

 

Se presentará a continuación, un breve recorrido de la historia del Ser en filosofía, con el objetivo de saber de por qué Heidegger parte y se mantiene dentro de la esfera del hombre, del Dasein, y dejar al lector un camino abierto para posteriores lecturas de autores y temáticas filosóficas después de Heidegger, e incluso antes de él. El recorrido histórico también se hace con el fin de esclarecer en qué sentido es que el pensador alemán utiliza la palabra Ser, porque son muchos los incautos, sin leerlo directamente, que la equiparan con una connotación metafísica y tradicional, cuando son ellos mismos muchas veces quienes caen, aparte de malas interpretaciones, en burdas metafísicas.  A los entendidos sabrán que, cuando se llegue a la parte que corresponde a Martín Heidegger, los conceptos trabajados no solamente hacen referencia a Ser y tiempo, sino a ese segundo Heidegger que se presenta con un lenguaje más digno y sencillo para ensalzar al Ser: el lenguaje poético. Por último, hay, igualmente, un tercer objetivo, el de dejar abierto un posterior trabajo, donde sólo nos limitemos en dilucidar y paladear, un sendero donde confluyan y conversen, el zumo filosófico que contiene la división final del presente texto, y la supuesta objetividad de las ciencias, junto al predominio de la tecnología. 

 

1.    EL SER EN LA ANTIGUA GRECIA



Hay una cortita palabra que en la antigua Grecia causó una álgida discusión: SER. Para una visión mítica del mundo, el Ser de los fenómenos, o del origen o de los cambios en la naturaleza, se debe a la intervención de los dioses (varios seres). Para Tales de Mileto fue un elemento; el agua. Para Anaximandro; lo apeiron (sin límites, indefinido e indeterminado). Para Anaxímenes; el aire. En Pitágoras es el número. Para Heráclito; el fuego. Para Empédocles, la unión y desunión de cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra (varios seres, visión pluralista). Platón con su mundo de las ideas y Aristóteles con la substancia, se sumarían a esta empresa por establecer el Ser de los entes, es decir de las cosas y fenómenos naturales. Y así, para simplificar, con los demás filósofos de la naturaleza y pensadores griegos en general. Lo que debe importarnos de todo esto, es que el Ser es entendido como algo que está por fuera del sujeto, como algo que fundamenta la esencia común de todos los cambios en el universo, o como algo que está delante de nosotros; se busca una justificación esencialista por fuera del individuo, del hombre.

 

2.    EL SER EN LA EDAD MEDIA

 


En vez de todos estos seres-fundamentos, coloquemos a Dios. Dios sería ahora el Ser que fundamenta el origen, la existencia y los cambios de la naturaleza. Pero sigue compartiendo algo con la antigua y clásica Grecia; que el Ser como fundamento se le sigue buscando por fuera del sujeto (después para algunos pensadores del Renacimiento, este Dios sería el universo mismo o una única fuerza inmanente que hace moverlo todo).

 

3.    FILOSOFÍA MODERNA

 

Descartes se da cuenta que la filosofía hasta ahora está partiendo de suposiciones que se pueden derrumbar: que si el aire, que si el fuego, que si Dios, etc., y quiere, como en el mundo de las matemáticas y la geometría, partir de bases sólidas. Y dudando de todo, hasta de Dios y del mundo externo, se da cuenta de que lo único de lo que no se puede dudar, es que está dudando, es decir de que está pensando, pues pensar es dudar y viceversa. Por lo tanto, pensar es lo más seguro que tenemos en filosofía. Los filósofos desde ahora en adelante deben partir desde el sujeto y no de seres externos a él buscando fundamentos del mundo que son dudosos, porque, ¿qué pasa si construimos un edificio con bases frágiles?, pues se derrumba, como las teorías filosóficas que parten de un supuesto del Ser. Por eso después de Descartes, algunos libros se titulan por lo general: Tratado del conocimiento humano, y no tratados del Ser, porque se parte ahora desde el sujeto pensante, que es la base más indudable que tenemos en filosofía (de ahí que Descartes sea el padre de la filosofía moderna), no en el sentido de que el sujeto sea ahora el fundamento del Ser de las cosas, como una especie de Dios que origina los entes, eso sería una exageración y una mala interpretación, pero sí sería el Ser que abre el sentido a las cosas, pues ya no se trata de preguntarse, objetivamente, de qué está hecho el mundo, sino de cómo es el mundo según el modo del pensamiento humano, según su naturaleza.




 

4.    METAFÍSICA DEL SUJETO


Con lo anterior, surgen varias teorías del conocimiento (conocimiento del hombre, debemos enfatizar), que se preocupan, como decíamos, por saber cómo opera nuestro pensamiento o entendimiento, en vez de saber cómo son las cosas o el Ser de las cosas en sí mismas. Desde este ángulo, la preocupación filosófica ya no gira en saber cómo es el mundo, sino en saber cuál la estructura de nuestro entendimiento para que se dé el conocimiento sobre el mundo. Así, surgen dos corrientes: empirismo y racionalismo. El primero sostiene que el origen y la fuente del conocimiento es la experiencia, mientras que el segundo nos dice que es la razón. Pongamos un drástico y exagerado ejemplo. Supongamos que un sujeto nazca sin los cinco sentidos. Según el empirismo, no hay conocimiento porque se requiere de la percepción de los sentidos. Y según los racionalistas, como la razón es innata, aunque no existieran los sentidos, la razón por sí sola, puede adquirir por lo menos, el conocimiento racional de la aritmética y la geometría, no del mundo externo.  

Ante el empirismo, nos encontramos con la construcción de un sujeto con la mente en blanco antes de que vengan a él la información de los sentidos, en cambio ante el racionalismo, la razón, como un ente innato, como un secretario que está a la espera de la información de la percepción de los sentidos, está ahí “sentadito” para convertir toda esa información en conceptos o ideas, y es gracias a este trabajo de la razón que puede surgir el conocimiento.

Kant lograría una gran síntesis entre los datos de la experiencia y los del entendimiento: antes de la experiencia estarían las categorías o estructuras a priori de nuestra mente, que serían las categorías de espacio, tiempo y causalidad, como formas del pensamiento ─no formas de una realidad objetiva─, donde se van a “envasar” los datos empíricos. Pero lo anterior no quiere decir que, sin la existencia de los datos de la experiencia sensible, los a priori por sí mismo van a generar o a producir conocimientos de cualquier clase, ni siquiera matemático, pues para ello se requiere del contacto con la experiencia. Por lo tanto, de esta manera, no es que la materia ocupe un espacio en el tiempo, sino que, la materia, percibida por los sentidos, se “envasa” o “adecúa” a las formas a priori del espacio y el tiempo, fijos y universales en nuestro entendimiento.

Son más los sujetos de conocimiento construidos por otros filósofos después de Descartes (el mismo Descartes construyó el suyo), como los que elaboraron el obispo Berkeley, David Hume, Leibniz, Spinoza, etc., (e incluso Schopenhauer y Nietzsche ofrecen otras propuestas desde el instinto y la voluntad en el individuo, de corte más vital y existencial) y también son más los matices de las dos corrientes filosóficas aquí esbozadas, pues se habla de un empirismo radical y otro moderado, por comentar algo, pero por cuestiones de espacio y tiempo, y porque el objetivo del presente texto es otro, nos reservamos esos ricos detalles dentro de la discusión filosófica. Lo importante por ahora, es tener claro, que la metafísica se traslada desde una estructura elemental de la materia o del mundo (ontología), a otra estructura que sería la de un supuesto sujeto que conoce el mundo (epistemología), de ahí la expresión de metafísica del sujeto, pues ya no se trata de estructuras más allá o inmanente a una realidad objetiva, sino de una estructura, por decirlo de alguna manera, “más acá”, en la base de un hipotético sujeto de conocimiento.

 

5.    FENOMENOLOGÍA

 

Edmund Husserl. Este se queda con la cosa pensante y subjetividad descubierta por Descartes ─arrinconando la demostración que hace el mismo Descartes de Dios como garantía del mundo externo─, pero quitemos cosa pensante y coloquemos consciencia y dejemos al mundo externo entre paréntesis y, por favor, concentrarnos ahora, en los contenidos y naturaleza de la consciencia (y más cuando la consciencia es inobservable, pues no se le puede cuantificar desde la ciencia, ningún neurólogo la ha visto en cirugías de cerebro abierto, mejor dicho, Husserl se mete en un mundo que los científicos parecen haber olvidado por estar preocupados por el mundo externo, y cuando la estudian, parecen querer mostrar que es objetiva). Ojo, no es que el mundo externo no exista, solo se deja aparte para después volver a él.



Husserl se da cuenta que la consciencia siempre es consciencia de algo, y esta consciencia de algo no es más que pura intención de la consciencia, la consciencia es pura intencionalidad, un dirigirse a, un constante ir más allá de sí misma por querer significar las cosas o los fenómenos que se le aparecen a ella (incluso en la ausencia de cosas percibidas), es decir que intencionalidad de la consciencia es igual a significar los fenómenos que aparecen reducidos al mundo de ella después de haber pasado por la percepción sensorial. No sabemos aquí cómo es en realidad el mundo externo, sólo de cómo lo instaura el mundo de la consciencia cargándolo de significaciones, intencionándolo. Lo que hay en sí, es una coexistencia.

Si surgiera otra especie con consciencia, lo más probable es que los mismos objetos observados por nosotros, los redujera a un mundo, el de su consciencia, con una semántica e intencionalidad incognoscible para nosotros. Esto nos remite a la crítica que Husserl hace al positivismo de su época, pensando en las crisis mismas de las ciencias exactas y de la naturaleza, la idea de que “el sentido de que la investigación científica venía determinada no por el objetivismo, sino por una forma de subjetivismo, pues los hechos de los que se ocupaba la ciencia no eran sino una pura objetivación del sujeto cognoscente”. (1) Es esto lo que debe interesarnos discutir actualmente, por aquello de los logros de la ciencia y la tecnología desde hace siglos gracias a una “realidad objetiva”, discutir desde la fenomenología y la ciencia misma, el análisis de las palabras “realidad objetiva”, porque parece que Husserl se quedó sin volver a las cosas mismas, o sea al mundo que dejó entre paréntesis.

Por último, a pesar de la gran novedad de Husserl, parece, sin embargo, caer en posiciones tradicionales de la filosofía al introducir el concepto de Yo trascendental, para dar cuenta que hay, en el centro de la consciencia, un yo que sintetiza o esencializa la variedad de los fenómenos que se le aparecen a la consciencia, dando la impresión de que se enfrenta a los objetos, como si los conociera teóricamente, con actitud teorética, contemplativa.

 

6.    VOLVAMOS AL SER, PERO DESDE HEIDEGGER

 


Siguiendo la fenomenología, Heidegger nos habla del Ser, pero esta vez no en el mismo nivel que en la antigua metafísica y ontología, sino desde el hombre, desde la realidad humana, desde el individuo concreto con todas sus esperanzas, anhelos de conocer, angustias, felicidades, asombros, etc., lo que él llamó: Dasein, que quiere decir, ser-ahí, siempre en cada caso mío, de nosotros, la donación siempre en primera persona. Por lo anterior, se sigue cumpliendo con el acometido, a nivel filosófico y no científico, de partir desde el hombre, desde el Dasein, por lo que no se debe hablar del Ser como un fundamento por fuera del sujeto porque es caer en metafísica, ¿cómo entonces?, desde la pregunta misma, desde la pregunta por el Ser, sencillamente porque el único ser que se pregunta por el Ser, es el hombre, el Dasein, siendo a su vez el único ser que ve y siente su vida afectada al preguntarse por el Ser, sin precisarlo siquiera, “ya que preguntamos por el Ser sin que acabemos de ver exactamente por lo que preguntamos, pero es real (un factum, como diría el mismo Heidegger), pues en caso contrario no podríamos ni tan siquiera hacernos la pregunta”(2), y es como si de alguna manera el preguntarse por el Ser estuviera antes de nuestra relación con los entes para darles sentido (precomprensión del ser que posibilita el ser de los entes, el ser es anterior a todo ente), ya que “el «ser» no es un ente, sino la condición de posibilidad de todo ente. No hay una esfera propia del ser diferente de la de los entes porque «ser» significa siempre «ser de los entes». De lo contrario, volveríamos a caer en la teoría metafísica de los dos mundos” (3). En fin, no sabemos si un ser del reino vegetal, mineral, etc., se hace la pregunta de por qué existe algo en vez de nada, pero por lo menos sabemos que nos la hacemos nosotros y esto ha despertado un estar-ahí siempre con la pregunta sin respuesta, por eso dice Heidegger en Ser y tiempo, que “el preguntar ontológico es sin duda anterior al preguntar óntico de las ciencias positivas”(4) (entiéndase por preguntar óntico, el preguntar técnico de las ciencias particulares como la biología, la química, la física, etc., y el preguntar ontológico, como el preguntar filosófico, el asombro filosófico). Por eso también dice el mismo Heidegger,” El abrir el ser del ente, es filosofía” (5).

Por consiguiente, se capta, que no se trata de un ser-ahí en el sentido espacial, como si el “ahí” quisiera indicar un lugar en el espacio, sino en el sentido de que ese ser-ahí, indica a quien se hace la pregunta y le da trascendencia a la existencia a través de la apertura del ser; al Dasein como apertura previa, en el ahí del ser (por eso dice Heidegger que esta condición ontológica del Dasein es neutra, porque es la base previa, a todas las posibles experiencias del hombre y la mujer en concreto). Si Dios existiera como pensamiento sin duda alguna, entonces el Ser vendría de él, pero como sólo sabemos que somos nosotros los que pensamos, es en nosotros donde se abre, aparece y florece el Ser (cuidando y pastoreando el Ser), significando y utilizando las cosas con asombro y misterio, sin saber el fundamento de ese brotar, o en el mejor de los casos, seríamos ese fundamento, un fundamento sin fundamento, un ser que no conoce las cosas sino que las utiliza, a la vez que le damos significado dentro de un todo o red de significados también instaurado por nosotros, cuidando y ocupándonos de los entes, integrándolo significativamente, dándoles su ser (cuando es en relación a otros Dasein y no entes, se habla ya no de un cuidado o cuidarse, sino de un preocuparse, ser nosotros). Esto da pie para establecer, de paso, que no se trata, como en la clásica epistemología, de un sujeto acá que conoce, y allá, del otro lado, un objeto conocido, sino que todo es a la vez en el Dasein, pensamiento y lenguaje abriendo y dándose posibles significaciones, siendo nosotros todo eso a su vez.

No solamente nos damos hacia las cosas por el preguntar mismo, sino que también somos un ser arrojado hacia el mundo, ya que a cada quien le ha tocado vivir una época y un presente con una carga cultural e idioma que no hemos elegido, por eso, a diferencia de la consciencia intencional de Husserl, el Dasein de Heidegger no tiene un centro o un yo metafísico, su ser-ahí está descentrado, ex−tático, es con el mundo porque está constantemente arrojado hacia él, saliendo fuera de sí mismo, jamás recogido sobre sí como la cosa pensante de Descartes, que pareciera estar viendo a través de un par de ventanas. “El ser-ahí no sale fuera, todo acontece en su estar fuera en medio de los entes” (6).

 

Ahora bien, de lo anterior se vislumbra que el Dasein es pura posibilidad, puro proyecto, puro arrojarse hacia. Una semilla de mango tiene en potencia la posibilidad de ser sólo árbol de mango y no de fresa,  ni mucho menos la posibilidad de ser ingeniero, abogado, de sufrir y reír en la vida, etc., en fin, el Dasein, el hombre, es pura posibilidad, no propiedades, o en otras palabras, el Dasein es una constante apertura, un estado de abierto, y que la única posibilidad real ante el Dasein, que se le presenta como una posibilidad que imposibilita las demás posibilidades, es la posibilidad de la muerte, amenazando el estado de abierto, porque con la posibilidad de la muerte, como la más real de todas las posibilidades, se asoma el dejar de ser apertura (asomo también de la nada), que es lo que nos esencializa, generando en nosotros la angustia, y a su vez, la orquestación de todos mis posibles y modos y estructuras de ser del Dasein como totalidad, sin necesidad de recurrir a un yo trascendental que las sintetice, porque el ser-ahí, el Dasein, en relación a las cosas que experimenta, se cura o cuida de ellas, en una relación de atención hacia los entes y modos de ser de sí mismo, en una constante y pasiva afectación.

Es importante esclarecer aún más, el concepto del cuidado o cura, ahora cercanamente mencionado en relación con la angustia. Cuando estamos inmerso en la rutina de nuestras vidas, es como si estuviéramos automatizados, pero cuando surge el aburrimiento debido al exceso de consciencia de esa rutina, o cuando nos acontece una desgracia, surge una intensa y pasiva atención por el mundo de la vida (y más cuando recordamos una desgracia en la proximidad y lejanía en el tiempo), sale a flote en nosotros, un cuidado o cura por las cosas que relaciona el Dasein; acontece una caída cuidándonos, saliéndonos dentro de la rutina (lo que llamaría Heidegger el Uno, que sería la rutina estandarizada de lo público, lo comercial, la sociedad y sus estructuras). Por lo tanto, el cuidado sería también un encontrarse, que unifica la pluralidad de todo lo que relaciona el Dasein, junto a sus modos de ser, siendo la temporalidad, su horizonte y dimensión.

La experiencia de la nada es otra de las facetas del Dasein que debe igualmente ampliarse, y que nada tiene que ver con las bromas y análisis de los positivistas y del sentido común. Si entendemos que antes de toda experiencia somos ya apertura, previo ser abierto a las posibles experiencias, entonces ese vomitarse hacia, ese eyectarse hacia, como pura posibilidad y proyecto, es nada porque precisamente es pura posibilidad, y también es nada porque al decidirnos por una posibilidad entre varias posibilidades, aniquilamos las otras, las nadeamos dentro de un tiempo que no es el del calendario o el tiempo “objetivo” de la astronomía, sino el tiempo interno de la subjetividad del Dasein. “En cuanto el cuidado tiene estructura de posibilidad, su ser es la temporalidad. Y que la temporalidad es el ser del cuidado quiere decir que el ser-ahí es anticiparse a sí (referencia al futuro) siendo ya (referencia al pasado) en el mundo en medio de los entes (referencia al presente)” (7). Pasado y futuro, son un he sido y un seré, en un ahora siempre presente ─de ahí en parte el título de su gran obra Ser y tiempo─, cargado de historia y contexto cultural.

 

Hay una segunda etapa de Heidegger, en el cual el Dasein se muestra como una consecuencia concomitante del Ser, interpelada por este como primera instancia. Desde esta perspectiva, el Dasein, con lenguaje y pensamiento ─pensamiento no sería aquí sinónimo de cálculo racional, lógico y científico, sino de un caminar hacia, que linda con el asombro, el misterio y la memoria─, sería un habitar poético del Ser, que serviría para que el Dasein experimente el perderse y encontrase en el asombro, curándose, cuidándose y ocupándose de los entes que lo rodean, orquestando significaciones de acuerdo a sus intereses y afectividad, como si habitara dentro de una casa para cuidarla cuidándose, esa casa sería la casa del Ser. Así, hechos de lenguaje y pensamiento, habitaríamos poéticamente, la casa del Ser. El Ser ya no sería un producto del pensar, sino más bien que es el pensar el que acontece por el Ser, y que podemos caer en el olvido del Ser, cuando nos dejamos absorber por la maquinaria de la técnica y la publicidad, producto esta de una razón instrumental ligada al pensar lógico, racional y científico, donde nosotros mismos, nos volvemos algo calculable dentro de un engranaje. La única forma de salir manteniéndonos dentro de esta maquinaria, es experimentando la angustia que comentábamos arriba, pero que ahora se concibe como un momento de ese río del acontecimiento y apertura del Ser.

 

 

(1) Sánchez León. M. C., Ordóñez Pinilla. C. Pensamiento filosófico 2. Colombia. Santillana. 2012. P. 217.

(2) Lozano. V. (2004). Heidegger y la cuestión del ser. https://www.revistaespiritu.org/wp-content/uploads/2018/01/Dialnet-HeideggerYLaCuestionDelSer-1253483.pdf

(3) Escudero. J. A. Guía de lectura de Ser y tiempo de Martin Heidegger.

(4) Heidegger. M. Ser y tiempo. México. Fondo de cultura económica. 1986. P. 20.

(5) Martín Heidegger. Conceptos fundamentales de la filosofía antigua. Editorial Waldhuter. Buenos Aires. 2014. P. 26.

(6) Op, cit., Lozano. V. 

(7) Ibid.

 

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