REFLEXIONES SOBRE EL DÍA DEL IDIOMA
EL
DÍA DEL IDIOMA COMO UNA CIMA INDETERMINADA Y HUMANAMENTE CONFUSA
Filósofo de la
Universidad del Atlántico
Barranquilla, Colombia
El número tres en La
Divina Comedia, configura su estructura y esencia mística: tres son las partes
del poema: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada una de ellas se divide en
treinta y tres cantos compuestos en tercetos; estrofas de tres versos. Y tres
son también sus personajes centrales: Dante, Virgilio y Beatrice. ¿Habrá una
influencia en la tríada Padre, Hijo y Espíritu Santo y los treinta y tres años
que cierran la vida material de Cristo? La muerte, resurrección y ascensión de
Jesús, pueda que también se relacione con las treinta monedas de plata que
recibió Judas Iscariote por su divina y predestinada traición.
Son muchas las relaciones
esotéricas, subjetivamente esotéricas, que puede barajar la mente humana, no
solamente con el número tres (Alejandro Magno murió a los treinta y tres años y
el papa Juan Pablo I, fallece misteriosamente a los treinta y tres días después
que fuera nombrado Sumo Pontífice, el 28 de septiembre de 1978) sino con otras
cifras, como, por ejemplo, las que se dan con la fecha del 11 de septiembre,
que remite al desplome de las torres gemelas en 2001, pero igualmente el 11 de
septiembre de 1973 para los chilenos, representa el golpe de Estado llevado a
cabo por el general Augusto Pinochet al presidente Salvador Allende. Invito a
buscar por internet, once relaciones más con esta fecha.
La conmemoración del día
del idioma, no está exenta de curiosas relaciones con respecto a su fecha el 23
de abril. La historia de su celebración comienza en 1926, cuando al escritor
Valenciano Vicente Clavel Andrés, se le ocurrió la idea de tener un día
especial para ennoblecer a la literatura con el día del libro. La fogata empezó
en Valencia y se propagó como un incendio con el andar del tiempo por toda
España. De tal manera que, en vez de hablar del día del idioma, más bien se debería
decir “día del idioma castellano o español.” En fin, el día que se escogió, 23
de abril, fue en memoria a la muerte del escritor español, Miguel de Cervantes Saavedra,
acaecida en 1616, aunque en realidad falleció el 22, pero fue sepultado un día
después.
Pero el 23 de abril
también se relaciona con otro autor no menos ingenioso, y por doble partida,
pues nació y murió en el mismo mes y día de tan conmemorada fecha que
festejamos desde hace 95 años, es decir desde 1926, como primer intento en
Valencia, como ya mencionábamos, y desde hace 76 años, como resultado de una
aprobación legal y nacional en 1946. Hablo del escritor, poeta, actor y
dramaturgo inglés, William Shakespeare (en dicha fecha también fallece el
peruano Inca Garcilaso de la Vega). ¿Por qué entonces la gloria para Cervantes
en ese día, y no para Shakespeare? Traigo a colación un argumento de doble
filo: por ser El Quijote una obra moderna (unidad estructural, metaliteratura,
técnica, novela totalizadora, polifonía de voces narrativas, etc.), y se le
suma el estar escrita en un idioma que ocupa uno de los primeros puestos a
nivel mundial en número de hablantes. Pero hagámonos una pregunta, ¿si en
Inglaterra a alguien se le hubiese ocurrido celebrar el día de la literatura o
del libro mucho antes que a Valenciano Vicente Clavel en España, sería Cervantes
con su Quijote, el máximo representante para dicha fecha, o Shakespeare con sus
obras heterogéneas? Dejo la semilla de posibles respuestas.
Otra coincidencia es la
del nacimiento del colombiano antioqueño Marco Fidel Suárez, quien fue nuestro
presidente entre los años de 1918 y 1921, desempeñándose también como un asiduo
gramático y escritor de nuestra lengua. Nace igualmente el 23 de abril, y casi
casi muere en la misma fecha, por una diferencia de veinte días. Solo después,
en 1938, bajo la presidencia de Alfonso López Pumarejo, mediante el decreto
ejecutivo 708, se institucionaliza el día del idioma, obviamente el 23 de abril.
En 1995, la Conferencia
General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés), celebrada en París, decidió
rendir homenaje a los libros y a sus autores con el propósito de alentar tanto
a niños, jóvenes y adultos a descubrir el placer de la lectura, por lo que se
decretó el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de
Autor. Ya en 2010, la misma ONU emitió una resolución en la que se indica
celebrar la diversidad cultural y multilingüismo a través del establecimiento
de los "Días de las lenguas" para sus seis idiomas oficiales:
español, francés, chino, inglés, ruso, y árabe (¿exclusión de otras lenguas?).
Lo anterior aclimata un
poco más, el problema de fijar el día del idioma en un solo escritor, pues los
restantes autores de gran envergadura, pueden quedar, no por fuera, pero sí un
poco minimizados en su importancia. Por ello lo más sano que se puede hacer es
que quien haya sido elegido de forma humana, pero demasiadamente humana, como
el máxime arquetipo de las letras, se le instale en el podio o la cima de
nuestra cultura en relación a la creación literaria, solo en comparación de
otros grandes escritores en diferentes contextos del globo terráqueo. Sin
embargo, en una especie de secularidad, ya muchos colegios, universidades y
entidades culturales en todo el mundo, rinden homenaje en ese día con una
variedad de autores en correspondencia a sus afinidades literarias.
Ni Dios ni los dioses
hablan con nosotros como para que nos informen sobre sus gustos absolutos en
materia literaria, y así poder juzgar, gracias a una medida universal, de una manera
más justa y objetiva. Estamos solos, únicamente nos queda amañárnosla con
nuestros humamos alcances, intentando descubrir un canon universal dentro de
nosotros. Tal vez Homero, Virgilio, Dante, Cervantes, Shakespeare, y todos los
grandes de la literatura hasta nuestros tiempos, murieron pensando, ante una
hipotética mente absoluta, que no pudieron escribir la obra que hubiesen
querido escribir por su condición de hombres falibles y enlodazados de ensayo y
error, pero que con hambre y sed de lo absoluto, anhelaron siempre acercarse a
ese horizonte de la perfección nunca satisfecha, y que nosotros ilusoriamente
desde afuera la vemos alcanzada en sus obras.
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