PANCRACIO Y ALBEIRO, EN UNA PLAZA DE MERCADO
Un gnomo visita nuestra realidad a través de la fantasía
Por
Freddy Mizger
Filósofo
de la Universidad del Atlántico
Barranquilla,
Colombia
Siempre había querido leer
un cuento de Albeiro Echavarría, debido a que me han gustado las novelas que de
él he devorado. Por fin llegó el momento.
El pasado 24 de diciembre, en el periódico El tiempo, se publicó un
relato navideño de su autoría titulado Pancracio: excelente, como un
regalo de navidad para todos sus lectores.
Ante el
asombro e incredulidad del narrador, el pequeño ser lo interpela con un
argumento que pone en duda su condición de escritor (“honoraaaable caballero”,
así le dice en diferentes momentos del cuento (siete veces), sin que esa
repetición moleste para nada). En otras palabras, un ser mitológico juzga,
critica y le recuerda a nuestro escritor (y de paso a nosotros), la capacidad
de fabular y creer en los seres imaginarios de su propia creación literaria: “Tenía
la esperanza de que usted, que puede crear historias fantásticas, creyera en mí”,
dice el personajillo, haciéndonos un guiño metaliterario, pues Pancracio, el
nombre del diminuto ser mitológico, que está dentro del cuento que estamos
leyendo, es a su vez creación del mismo Albeiro Echavarría, quien parece ser el
mismísimo narrador desorientado.
La
vendedora de sandías, en sutil complicidad con el mundo fantástico, cargada tal
vez de mitos y leyendas en su cabeza, y con una naturalidad de vieja de pueblo,
así como si nada, incita al joven y maduro personaje, a llevarse al pequeño
ser: “Hágale caso, no se arrepentirá”, termina diciéndole.
A
escondidas, el preocupado padre de familia y su imaginación dada a la
literatura, después de atravesar la ciudad, hace entrar en su casa a Pancracio,
con la condición de que se haga pasar por un inerte muñeco ante su familia. Las
travesuras de Pancracio en su nuevo hogar (comienzan a perderse cosas), y los
llamados de atención que le hace su benefactor en privado para que no lo
descubran (estas y otras escenas hacen recordar a Alf, la vieja serie
estadounidense de 1986), aparte de hacernos reír, nos invita a pensar, gracias
a su desenlace, en las recompensas que pueden tener los difíciles episodios de
la vida en general, sin caer en burdos moralismos.
Para
los griegos, las musas eran quienes inspiraban a los poetas, para el
cristianismo, el espíritu santo, para Freud, quizás el subconsciente; para
nuestro escritor y afortunado personaje, Pancracio se le convierte en un
susurro de inspiración, pero con las cualidades de un niño travieso y cansón,
como el que llevamos todos por dentro.
Las
últimas líneas de tan maravilloso cuento, recuerda el final del cortísimo
relato de Jorge Luis Borges titulado Borges y yo (en realidad no sé si
es un relato, un poema, o ambas cosas a la vez, lo que llaman poema en prosa o
prosa poética. El momento de la creación artística descree de taxonomías).
Basta así
sea un pequeño detalle de fantasía en lo que llamamos realidad, para que todo
el universo se torne literatura. Pancracio me hizo recordar y sentir, esa espantosa
y bella sensación. Esperemos que este ser también me inspire y me dé un trabajo para el
próximo año y poder comprar un par de novelas de este autor que tengo pendiente
desde hace un par de meses.
Link del cuento:
https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/cuento-de-navidad-2020-pancracio-556792
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