PANCRACIO Y ALBEIRO, EN UNA PLAZA DE MERCADO


Albeiro Echavarría Acevedo 
(13 de diciembre de 1963, de Bello Antioquia, Colombia)  


Un gnomo visita nuestra realidad a través de la fantasía

 

Por Freddy Mizger

Filósofo de la Universidad del Atlántico

Barranquilla, Colombia

 

Siempre había querido leer un cuento de Albeiro Echavarría, debido a que me han gustado las novelas que de él he devorado. Por fin llegó el momento.  El pasado 24 de diciembre, en el periódico El tiempo, se publicó un relato navideño de su autoría titulado Pancracio: excelente, como un regalo de navidad para todos sus lectores.

 Desde un narrador protagonista, se cuenta la historia de un padre de familia absorbido por una frágil situación económica (deudas y un país en crisis) en plena fecha decembrina. La narración, tejida con bellos, tristes y sencillos eventos cotidianos, refleja una central preocupación en nuestro personaje: comprar un barco pirata para su hija Juana, para que en su imaginación pueda llevar a su muñeca a la isla de los gnomos. Por obvias razones, ya no son los grandes centros comerciales el espacio de compras que rodea a nuestro héroe, como lo fue en un pasado de vacas gordas, sino la humilde plaza de mercado en busca de algo más barato. Hasta que una vez, un ser enigmático, travieso y juguetón, asoma su rostro de “orejas y nariz puntiaguda”, entre las ventas de unas sandías, exhibidas por una “corpulenta matrona”, después de haber distraído su mirada ante naranjas y ramitas de cilantro. El gran logro de este momento del cuento y de lo que se viene, es cómo el autor hace deslizar lo fantástico en medio de la cotidianidad de la vida, sin que salte de forma abrupta frente al lector, por falta de un trato estético o técnico.

Ante el asombro e incredulidad del narrador, el pequeño ser lo interpela con un argumento que pone en duda su condición de escritor (“honoraaaable caballero”, así le dice en diferentes momentos del cuento (siete veces), sin que esa repetición moleste para nada). En otras palabras, un ser mitológico juzga, critica y le recuerda a nuestro escritor (y de paso a nosotros), la capacidad de fabular y creer en los seres imaginarios de su propia creación literaria: “Tenía la esperanza de que usted, que puede crear historias fantásticas, creyera en mí”, dice el personajillo, haciéndonos un guiño metaliterario, pues Pancracio, el nombre del diminuto ser mitológico, que está dentro del cuento que estamos leyendo, es a su vez creación del mismo Albeiro Echavarría, quien parece ser el mismísimo narrador desorientado.

La vendedora de sandías, en sutil complicidad con el mundo fantástico, cargada tal vez de mitos y leyendas en su cabeza, y con una naturalidad de vieja de pueblo, así como si nada, incita al joven y maduro personaje, a llevarse al pequeño ser: “Hágale caso, no se arrepentirá”, termina diciéndole.  

A escondidas, el preocupado padre de familia y su imaginación dada a la literatura, después de atravesar la ciudad, hace entrar en su casa a Pancracio, con la condición de que se haga pasar por un inerte muñeco ante su familia. Las travesuras de Pancracio en su nuevo hogar (comienzan a perderse cosas), y los llamados de atención que le hace su benefactor en privado para que no lo descubran (estas y otras escenas hacen recordar a Alf, la vieja serie estadounidense de 1986), aparte de hacernos reír, nos invita a pensar, gracias a su desenlace, en las recompensas que pueden tener los difíciles episodios de la vida en general, sin caer en burdos moralismos.

Para los griegos, las musas eran quienes inspiraban a los poetas, para el cristianismo, el espíritu santo, para Freud, quizás el subconsciente; para nuestro escritor y afortunado personaje, Pancracio se le convierte en un susurro de inspiración, pero con las cualidades de un niño travieso y cansón, como el que llevamos todos por dentro.

Las últimas líneas de tan maravilloso cuento, recuerda el final del cortísimo relato de Jorge Luis Borges titulado Borges y yo (en realidad no sé si es un relato, un poema, o ambas cosas a la vez, lo que llaman poema en prosa o prosa poética. El momento de la creación artística descree de taxonomías).

Basta así sea un pequeño detalle de fantasía en lo que llamamos realidad, para que todo el universo se torne literatura. Pancracio me hizo recordar y sentir, esa espantosa y bella sensación. Esperemos que este ser también me inspire y me dé un trabajo para el próximo año y poder comprar un par de novelas de este autor que tengo pendiente desde hace un par de meses.



Link del cuento: 

https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/cuento-de-navidad-2020-pancracio-556792



 

 

 

 

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